Salud, Psiquiatría y Primitivismo
Examen para Antropología Médica, dictado por Diana Espirito Santo y contestado por Oscar Eduardo Gamboa en octubre de 2020
Preguntas guía:
1. Piense en un ejemplo histórico o contemporáneo donde se ha patologizado/medicalizado comportamientos, acciones o emociones, sea en contextos de conflictos políticos, étnicos, migratorios u otros. Describa las circunstancias del caso particular y contextualice en términos de la historia y premisas de la psiquiatría/medicina más generalmente.
2. El entorno (familia, política, religión, economía, etc.) es particularmente importante en el moldar y en la experiencia de la enfermedad, y por lo tanto en la prognosis e incluso la sanación del enfermo. Utilizando ejemplos de más de una clase del curso, describa porqué.
3. ¿De que formas ha criticado la antropología a los manuales diagnósticos y su tendencia hacia la universalización de las enfermedades mentales? Considere, por ejemplo, síndromes culturales, lenguajes de angustia, y somatización, pero también la despolitización de la enfermedad.
Oscar Eduardo Gamboa
A continuación, presento un núcleo introductorio que me parece ad hoc a todas las formas de enfrentar el problema de la comunicación dinámica en los idiomas de salud y enfermedad que hemos venido representando. El apartado 0 (cero) recoge esta introducción, y cada respuesta remitirá al mismo en su propio cuerpo.
0. La vida se vive sintiendo y tomando parte en formas de estar en el mundo. La ontogenia, la microhistoria personal, que afecta a, a la vez que es afectada por la persona, está sumergida en un entorno que ofrece idiomas culturales, esto es, formas de estar en el mundo que son susceptibles de ser entendidas por el resto. Tener salud es, en gran medida, hablar en los mismos términos que las demás personas, pero también depende de actuar y ser inteligible para las instituciones, todo esto en conjunción con el hecho de tener un cuerpo, cuerpo biológico y en su mayor parte recibido: la persona, con sus cualidades personales—tanto ontogénicas como heredadas—se sumerge en canales culturales cuyo cause ha sido erosionado por todas las personas con quien convive, con todas las prácticas tradicionales, con todo el sistema político que le precede, con la carga biológica y la carga familiar que, en distintos órdenes temporales y con distintas intensidades, han dado forma a dicho cause.
2. ¿Cómo puede una cultura de la psiquiatría creada en metrópolis europeas y norteamericanas pretender que sus resultados sean universalizables y transversales, independientes del contexto particular? Nos hemos dado cuenta de que el mismo cuerpo se siente distinto según el idioma cultural que lo entienda: los ataques de koro fueron curados por “conversaciones de anatomía sexual por parte del doctor” (Chiang, 2015), y el estrés y las dificultades urbanas se sienten emocionales y afectivas en occidente, pero corpóreas en la China de los ’80 (Lee, 1999). Pero más allá de los ejemplos de la diferencia, tenemos las experiencias de la vida marginada que encuentra una nueva forma en la zona frontera, como sucede con las personas en la institución Vita, quienes, según el discurso de Biehl (2004), encuentran esta nueva significación a su vida en la ayuda que entregan a otros nuevos miembros que lleguen ahí a rehabilitarse, o también en la vida del santuario en donde los mujavar entregan formas de sanación a la locura.
La voz de la hechicería posee una agencia que interrelaciona a humanos con espíritus, pero en India existen los canales culturales para entender estos hechos, los cuales causan locura, y atacarlos de frente: los mujavar, en el santuario, ofrecen voces de autoridad intermediarias que permiten quitar agencia a las voces de los espíritus a través de la interpelación de los santos, quienes disputan el cuerpo de la persona enferma hasta expulsar en su mayoría las voces que su cuerpo está interpretando. El esquizofrénico, sin embargo, no puede participar de este trance—es incapaz de entrar en el estado de trance—y para él existe otra práctica de sanación: el ser bienvenido. En el santuario se puede hablar, todos quienes están ahí entienden y no juzgan su locura: esta locura y la magia negra han roto su vida, sus conexiones y relaciones, lo han marginado, y estos son pesares profundos, que subrayan y fronterizan su cotidianidad. No ser entendido rompe y enferma en un círculo de vicio.
1. Es este el carácter que se pierde en la práctica de la economía racional que vivimos en las zonas metropolitanas occidentales. La vida del enfermo solo es posible mientras su enfermedad, o más bien, sus síntomas, no obstruyan la cotidianidad de las demás personas y no irrumpan cierto status quo que, si bien se ha movido hasta entender ciertas enfermedades típicas de vivir en ciudad, todavía no es capaz de abarcar sin marginar a otras formas de entender el mundo. La obligación fundamental es ser funcional, y la incapacidad de serlo concentra un pesar en sí misma.
El gran ejemplo contemporáneo de medicalización es más profundo que cualquier caso segregado, y tiene directa relación no solo con malas prácticas gubernamentales ni con un etnocentrismo de la filosofía médica euroamericana. El gran ejemplo de medicalización contemporáneo es precisamente la medicalización, toda la medicalización que atienda a malestares crónicos, y está denotada por un problema fundamental que no hemos estado viendo, ni mucho menos atacando como merece, y es que vivir en metrópolis enferma. Es la ciudad misma la que socava los cuerpos de las personas y somete a un estrés tan profundo que erosiona sus afectos, pero también su cognición. La vida en ciudad necesita medicalización porque crea enfermedades. Sus residuos físicos son respirados por los cuerpos—este es el más fácil de ver—pero sus residuos procedimentales recaen en vehículos fabricados para el acarreo en masa, y luego pasar horas realizando prácticas en las que no se siente el valor, con relaciones en las que se ven forzadas a participar: nuestros cuerpos de simio no están preparados evolutivamente para el encierro y la rutina que exige ser parte de una máquina productora de… ¿qué es lo que produce la máquina? ¿qué es aquello de lo que somos parte y por qué seguimos haciéndolo? ¿por qué sueno absurdo para mí mismo cuando me siento parte de un flujo trascendente entorpecido por las formas de cotidianidad occidentales, a la vez que amo la metrópolis y la misma vorágine que me enferma? Esta es la angustia residual que la psiquiatría intenta tapar tanteando resultados mediante píldoras.
3. Ver a la medicina como reduccionismo deshumanizante, sin embargo, es salirse de fondo. El problema es la miopía de la psiquiatría, en querer entender y curar un fenómeno en términos del fenómeno sin poner el suficiente enfoque en el peso de lo enfermizo de la cotidianidad. La crítica antropológica es precisamente esta: la preocupación con cómo la psiquiatría se ve a sí misma y entiende sus límites, y el problema que causa el demarcar a personas con los epítetos de padeciente de una psicopatología, o peor aún de enfermo mental (Littlewood, 2002). El problema es que estos epítetos hacen menos que lo que pretenden hacer; causan más pronunciamiento y agudización del síntoma en la persona, que lo que ayudan a entender al médico: la psiquiatría no solo se enfoca en dolencias físicas, sino que la ontogenia y la ecología están íntimamente enrolladas en su objeto de estudio, y es por esto por lo que fallan los conceptos. El encierro en patrones conductuales termina nublando la vista de un psiquiatra que pretende estudiar trastornos hipercomplejos que trascienden a las causas biológicas, por un lado, y por otro, radicaliza a la persona en la que recae el título de, digamos, limítrofe (TPL), haciendo que lime aquellas prácticas que no calzan con su impuesta personalidad limítrofe, a la vez que acentúa las que se manifestaban levemente y subraye las que calzan plenamente.
Notas
1. Me refiero a hablar en sentido amplio: hablar, moverse, escuchar, mirar, oler, actuar y sentir en términos inteligibles.
2. No simplemente somatización, en la que un síntoma no entendido se reformula en una dolencia, sino que en los casos estudiados por Lee toda la concepción de la propia enfermedad para por las dolencias físicas que se están teniendo: en detrimento de cualquier carácter psicológico y cualquier incidencia relacionada a su percepción afectiva, la enferma se siente con dolores físicos puntualizables, y es por eso que acude al médico a tratarse.
Bibliografía
Biehl, J. (2004). Life of the mind: The interface of psychopharmaceuticals, domestic economies, and social abandonment. American Ethnologist, 31(4), pp. 475 – 496,.
Chiang, H. (2015). Translating culture and. History of Science, 53(1), 102-119.
Lee, S. (1999). Diagnosis Postponed. In Culture, Medicine and Psychiatry 23 (pp. 349–380). Holanda: Kluwer Academic Publishers.
Littlewood, R. (2002). Pathologies of the West: An Anthropology of Mental Illnes in Europe and America. Ithaca, NY: Cornell University Press.