Estado e indígenas: algunas consideraciones afectivas comparativas
4.-¿De qué forma el estado puede pasar a ser un instrumento de desarrollo desigual para los indígenas? Comparar situación Shuar con la Mapuche.
Mediante políticas públicas, involucramiento, y, quizá más importante aún, mediante apropiación cultural. El Estado puede reconocerse a sí mismo bajo distintos niveles relacionales respecto de las naciones que lo componen. Para el caso de los Mapuche, tenemos que el Estado chileno proyecta su propia lejanía por medio de la ejecución de políticas públicas que marginan a los sectores autonomistas e indigenistas, implementando controles territoriales policíacos y equipos de inteligencia con el solo enfoque de mantención de la zona fronteriza para las personas que componen los grupos de resistencia. Paralelo a esto, otro tipo de políticas públicas subrayan la alteridad de los pueblos indígena, mediante prácticas benevolentes de un Estado que necesita saldar una deuda histórica de apropiación de tierras y socavamiento individual. Los Mapuche se encuentran, entonces, involucrados en una doble relación con el Estado de Chile, frente al que, por una parte, son objeto de benevolencia mediante beneficios de reparación, por el hecho de ser un grupo indígena--y por tanto minoritario--mientras que por otra son víctima de violencia sistemática estatal, por el hecho de mantener pretensiones de autonomía y autodeterminación, las cuales son consideradas por Chile como contrapuestas a la idea de Estado plurinacional que pretenden reflejar.
Los Shuar, sin embargo, tienen una relación distinta con el Estado ecuatoriano. El involucramiento del Estado, si bien, también posee las características sociológicas de burocratización vía promulgamiento de políticas públicas, alberga una componente afectiva tal que se ve a sí mismo como orgullosamente parte Shuar. Si en Chile lo Mapuche es un otro externo al cual se le retribuye o se le castiga, dependiendo de su comportamiento, en Ecuador los Shuar son glorificados por su condición guerrera, llegando estos a participar de la guerra con el Perú, en representación del Estado ecuatoriano. Los Shuar colonizados son, entonces, sujetos de otro tipo de relación ambivalente: son glorificados por sus particularidades culturales y su legado histórico, a la vez que son limadas sus radicalidades prácticas, sus formas de cotidianidad guerrera que resultan chocantes para el modelo formal del [cualquier] Estado [contemporáneo].
A los Shuar no se les permite la guerra contra los Achuar, pero se les celebra la guerra contra el Perú: esta es la ambivalencia de su relación con el Estado. El encogimiento de cabezas como practica de guerra, la cual permitía el flujo del poder mediante una dinámica de constante redistribución--debido a que el poder simbólico de una cabeza se agota con el tiempo--permitía que el mundo Shuar mantuviese una forma política horizontal redistributiva y descentralizada. El mundo Shuar, por lo tanto, enfrentó un remezón estructural en su encuentro con el cristianismo. Las misiones, resumiendo, convirtieron y educaron indígenas en su visión del mundo; de la visión cristiano-Shuar emerge la necesidad de centralizar el poder, al tiempo que se suprime la guerra; al centrar el poder en una federación se hace posible la comunicación con el Estado, en pos de un desarrollo económico, que se hace necesario precisamente porque ha desaparecido el dinamismo relacionar del poder--la ausencia de guerra estanca y seca el poder mediante el enfoque en la nueva forma de vida, la cristiana. Finalmente, en esta nueva relación de poder centralizado capaz de comunicarse con aparatos estatales en los mismos términos, aparece la posibilidad de una nueva guerra, ahora junto al y dentro del poder militar ecuatoriano. Los Shuar, por lo tanto, son absorbidos, en cierta manera, por el Estado de Ecuador, a la vez que sus prácticas son empujadas hacia la marginalidad y la ilegalidad.
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