Metrópolis y Migración
Metrópolis y Migración:
neutralización legislativa versus caos transcultural
Por qué Tensiones; por qué Mapuche; por qué Ciudad
El desplazamiento escinde, y por su mera
práctica cualquier grupo unitario, distinguible solo en relación con la
alteridad, se empieza a poder ver internamente. El desplazamiento implica que
alguien, un (in)dividuo, una persona en cuerpo y subjetividad, físicamente se
aleja de la presencia del grupo a través del cual emergía su propio flujo de
consciencia. Afuera, en cualquier lugar suficientemente distinto, y más allá de
los reparos psicologistas que también aparecen claros; afuera y culturalmente
suficientemente lejos, se hacen visibles por primera vez los márgenes en esa
identificación de procedencia, y aquel cuerpo que se desplaza, escindiéndose de
sus afines, los reconoce a ellos como diferenciables, identificables, por una
parte, per se ve a sí mismo como sostenido por creencias que le son imperceptibles
en su cotidianidad. Es “el terreno donde acontece” el mundo aquel que queda
desarmado cuando la materialidad resulta separar idiomas culturales y expone que
esas “creencias auténticas”, en palabras de Ortega y Gasset son productoras de
verdades diferentes
¿Por qué ciudad, entonces? ¿y por qué
mapuche? Porque el escenario crítico en donde se subvierte la pertenencia
estancada en el tiempo, el espacio en ebullición donde se disparan un millón de
etnias y un espectro caótico de sexualidades, donde la tradición y el “recordar
a tus ancestrxs mientras sueñas con tus descendientes y aprendes a ser unx buen
ancianx, pero al mismo tiempo demostrando con fuerza que no hay más camino que
hacia adelante”
Identidad y Autodeterminación Mapuche en lo Urbano
¿A quién refiere el epíteto mapuche? ¿Quién puede decirse propiamente mapuche, y qué quiere decir cuando identifica a una persona con un pueblo y una historia? La migración a la urbe, y en particular la migración a Santiago, "la capital del reyno", como la describe Alvarado Lincopi en su impostergable tesis de magíster Mapurbekistán: de indios a mapurbes en la capital del reyno (2016), es una migración de ambivalencias y despojos, una migración de disputa por la continuidad del yo, por la continuidad del nosotros, y por una continua reformulación de la praxis personal, que adquiere cualidades de ser mapuche en la medida en que el sujeto que la performa está, de hecho, trazado por delimitaciones circunstanciales que marcan su cotidianidad con el reconocimiento—tanto autorreflexivo como desde el exterior—de que aquello que resulta estar haciendo informa, en última instancia, no solo de sí mismo, sino más incontrolablemente aún, de lo mapuche.
Conclusiones en un Reconocimiento
Antagónicamente fuera del Wallmapu, subraya Alvarado Lincopi, está Santiago. “En la imaginería política del movimiento, la capital representa la otredad espacial” (2016, pág. 120), comenta, y parece sostener una lúcida noción de la ineludible relación entre las agencias y el ambiente cuando propone que lo mapuche es una diáspora, un esparcimiento volátil de agencias únicas de las que emerge, continuamente, una cualidad de ser mapuche altamente imbricada en su ambiente, y despreciada por eso en dos bandos, “por la sociedad dominante que bajo la impronta del racismo hacía poner mascaras a esos mapuche migrantes, como por los mismos (…) mapuche que aun viviendo en los campos sureños acusaba de awinkamiento a quienes migraban” (pág. 147). Pero son Santiago y el Estado el objetivo de transformación y el vencedor indolente, respectivamente.
Alvarado profundiza a través de un mapuche citadino, punky, colocolino, poblacional y drogadicto que a través de su muerte recibe una agencia/reflejo, en la que otros mapuche metropolitanos reconocen la subjetividad emergente cuyo flujo les es común. De la memoria de Julio Huentecura, Alvarado reconoce que “la identidad no está enclaustrada por 160 delimitaciones culturalistas, sino que como lo mapurbe, deja ver nuestras contradicciones y abigarramientos sin perder el anclaje político anticolonial” (2016, págs. 260-261). Contra la tradición inerte y arbitrariamente selectiva entrar en conflicto contra la ciudad vs intervenir la ciudad desde la particularidad, hacer propio un recuerdo y, como las mapuche punk, mapunk, “habitar una frontera nada de cómoda” (2016, pág. 155).