Memoria, Agencia y Muerte Violenta: Similitudes y Proyecciones entre Arivonimamo y Santiago
En base a Dancing with Corpses Reconsidered: An Interpretation of "famadihana" (In Arivonimamo, Madagascar) y las intervenciones en foros de Antropología de la Religión para la P. Universidad Católica de Chile
4) Memoria:
¿Establecemos nosotros una vinculación entre territorio y memoria respecto a la muerte?
¿Qué relación existe entre la memoria y “sostener la vida”?
¿Cómo dialoga el recordar con la figura del espíritu como una potencialidad peligrosa?
Voy a aprovechar que mis compañerxs describieron casi exhaustivamente las características que vuelven única y distinguible a la experiencia del Famadihana en particular, y de lxs irina con la muerte y la agencia de quellxs muertxs en general, para enfocarme en la exposición de aquello en lo cual somos nosotrxs, metropolitanxs chilenxs contemporánexs, comparables a ellxs, con especial énfasis al lugar que pueden evocar lxs violentamente muertxs en la cotidianidad de quienes se mantienen con vida, y las prácticas afectivamente entrelazadas que resultan de aquella interacción.
Tengo a mi lado a G.A., geógrafa social militante de Memorias de Rebeldías Feministas, quien, junto a sus compañeras, se ha dedicado a enfatizar el carácter particularizable que tiene la muerte violenta a manos del Estado, específicamente la memoria de aquellas personas que sufrieron violencia política sexual, varias de las cuales son efectivamente asesinadas sufriendo de la una violencia especialmente dirigida hacia ellas por el hecho de participar del mundo a través del cuerpo de mujer: la muerte resulta [o no] después de ser objeto de abuso y/o violación. Sin embargo, esta transgresión violenta tipificada no tiene el reconocimiento de ser tal por los organismos sociológicos (burocráticamente políticos, sí, pero también en términos de una estructura social que pueda englobar representaciones del mundo de forma tal que sea razonable proponer una afectividad unificada) que resultan observarla: dicho de otra forma, y adelantándome al punto central que expondré más adelante, en la convivialidad que recuerda, es posible tipificar estos hechos de violencia como particularmente engendrados en contra de un grupo social--bio-mujeres--por parte del Estado dictatorial de Pinochet, pero esta memoria está delimitada geográficamente--aún--según el alcance de la influencia de los lugares y su interconexión con las vidas de las personas que continúan vivas. Más claramente, la cercanía--en términos de localización--con un sitio de memoria es gatillante de una forma de entender aquella muerte que está evocando la memoria. La memoria, entonces, constantemente se evoca a sí misma--la memoria produce más memoria por medio de su inyección en la vida de las personas que tienen acceso cotidiano al memorial--solo en términos conviviales: vivir en contigüidad con un sitio de memoria, por ahora, es la gran manera de permitir que esa memoria se impregne y se expanda. La labor de Memorias de Rebeldías Feministas, a mi entender, es forzar a que esta rememoración de la violencia política sexual sea reconocida como tal por las figuras burocráticas que no tienen acceso cotidiano y convivial al sitio de memoria: el Estado es incapaz de entender que en dictadura cometió transgresiones específicamente violentas contra mujeres militantes porque eran mujeres, encima de la violencia que recibían por sus prácticas militantes.
A lxs Irina lxs muertxs les hablan en sueños, lxs antepasadxs pueden solicitar, exigir y amenazar; la agencia de aquellas personas que vivieron antes. pero ya no. es agencia porque se involucra profundamente en la vida de las personas vivas. Si bien puede ser dicho que el presente es condicionado, restringido y hecho posible por la convivencia con lxs muertxs, creo que es más ad hoc subrayar que la cotidianidad es constantemente reformulada en inter-influencia conjunta entre las esferas de la vida de lxs vivxs contra y con la esfera de algo así como la vida de lxs muertxs precisamente por la facilidad del acceso a los lugares de memoria, que permiten que la tumba se meta en la vida de las personas: es la cercanía de las tumbas, en conjunción con un idioma cultural que escucha los sueños como comunicación--y no como expresión inconsciente individualizada--la que permite que lxs sujetxs vivxs sean en parte subjetivadxs por lxs muertxs.
En contraposición a las posturas que me parecen haber sido expuestas por otrxs compañerxs, creo que lo que tiene lugar en las prácticas expuestas por Graeber no es una subyugación de lxs vivxs a las intervenciones verticales de lxs muertxs--no es que lxs muertxs manden, ordenen, o impongan--sino que la memoria física, a través de la tumba, y la memoria simbólica, a través de la conversación onírica, llegan a ser parte de una cotidianidad que permite la convivencia entre agentes diversificadxs. A nosotrxs lxs espíritus no nos hablan, hemos crecido agenxs a la posibilidad de escuchar voces no humanas, pero sí nos hablan las luchadoras vivas, y son ellas quienes nos pueden ayudar a escuchar las voces de las muertas asesinadas violentamente por el Estado militar a quienes no tenemos el acceso físico geográfico a los lugares memoriales que podrían hacernos evocar sensaciones, emociones y afectos: para quienes vivimos sin lugares de memoria--sean tumbas o memoriales--son las voces que exigen el recuerdo las que nos hacen recordar--sean espíritus o mujeres combativas--y es esta relación la que nos permite, en última instancia y después de dar espacio a la profundización de las relaciones, convivir entre agentes atemporizados, o temporalmente trascendentes a los márgenes del estar vivx. Después de todo, ¿podríamos negar que el convivir con tumbas en la metrópolis nos haría sentir el peso de las voces de lxs muertxs? ¿Acaso los lugares simbólicos no nos ayudan a enfatizar sentimientos contestatarios e insurreccionales? ¿No es en torno a lugares, a sitios geográficos simbólicos donde nos reunimos para renovar nuestra emocionalidad anárquica que reniega del Estado? No es La Moneda el lugar de batalla, sino una plaza: no se enactúan batallas de ganancia físicamente concreta, sino que simbólicamente significativa. Quizá expandir al centro metropolitano los lugares de memoria permitiría impregnar nuestra cotidianidad urbana de la afectividad de memoria que permite a lxs irina convivir con la voluntad de sus muertxs: nuestrxs muertxs son recordadxs, pero en el fondo de nuestra memoria racional, el siguiente paso es traerles a nuestra cotidianidad, y performar nuestra vida teniéndoles no solo en cuenta, sino en cercanía convivial.