prosa poética de la implosión
el cielo es alto, profundo y se desenfunda en fantasmas fugaces pero potentes que anuncian futiles resistencias pasadas, de las que los espíritus tribales nunca se despegaron. fuimos nosotros, sin embargo, quienes ciegos de altura y queriendo abrazar deidades desenfundamos, de nuevo, otros fundos, también fantasmagóricos y también fugaces, que terminaron disociando glamour con acto, acabando unilateralmente con el contrato que nosotros mismos inventamos. así babel emerge y cae por su propia masa cuando los fundamentos creímos ulteriores, mas eran primordiales.
el mito se yergue de nuevo y el peso del canto de las mujeres es escuchado fuerte y con miedo: no hay unidad sino unidad en contra de: nuestra mente se extiende hasta donde tocan las manos, hasta donde oye el oído y hasta donde empujan los vientos. ¿cómo pensar futiles los sufrires de las gentiles, si ahora veo lo que mi misericordia anémica crea, y lo que crea me amenaza tan tajantemente?
perdidos estuvimos años y quizás siglos. perdidos estuvimos, pero las trampas de los feroces se ahogaron en su propia gula, y en esa gula asfixiante creyeron no necesitar quemar la tierra sembrada: ¿soy yo también potencia de la rotación de los cultivos? ¿soy tierra quemada? ¿soy merecedor?: todo lo que pensé lo pensamos juntas, ahora veo. extraño mi vulva en momentos de sequía. todo lo que pensé lo pensamos juntos, diría. el puño de la letra horrenda me ahoga de vuelta, sin embargo, y toda la fuerza del puño se me redirige y desnuda violenta: traigo vista, traigo oídos y traigo espalda que oponerle al viento. me presento humilde en mi altanería: soy de los mejores, pero sigo siendo instrumento